En el aprendizaje de un arte, de cualquiera, se pasa por una primera fase de aprendizaje de la técnica. Una vez asimilada ésta, al menos en su versión más básica y genérica, es cuando viene la fase creativa: aplicar la técnica con intención artística: para representar o comunicar algo, ya sea tangible o abstracto.
Pascual, un compañero en el taller de acuarela del Distrito de Triana, pintor solvente y con muchos años de experiencia, me dijo una vez esto: que al pintar "lo importante es pensar". Esta afirmación tiene más miga de lo que parece, y su significado profundo es algo que tardé más de un año en comprender; la miga es ésta: no se pinta por pintar, no se pinta porque sí, no se pinta lo que tenemos delante tal cual. Poderse, se puede; e incluso puede que nos divierta. Pero si queremos que nuestro trabajo tenga un significado y un valor para alguien más es necesario pintar con intención. En analogía con lo que decía Aristóteles sobre las causas: hay que pensar qué interés hay en lo que vamos a pintar (causa formal), hay que pensar qué es lo que queremos reflejar o potenciar en la obra terminada (causa final), hay que pensar qué recursos representativos vamos a aplicar (causa eficiente) y hay que pensar cómo manejaremos el medio pictórico para conseguirlo (causa material). En cualquier caso, pensar continuamente. En realidad se pinta más con la cabeza que con las manos.
En fin, he puesto como ejemplo la actividad pictórica pero en realidad esto es aplicable a cualquier actividad artística. La imagen romántica del artista que crea dejándose llevar por sus impulsos es muy bonita, pero es falsa. Detrás de una gran obra hay un trabajo importante de destilación intelectual, de aplicación de técnicas y conocimientos, de inserción en un contexto de ideas y convenciones. De lo contrario, la obra no sirve de nada: sólo tiene valor para quien la ha hecho.
Esa exigencia de intelectualidad conduce inevitablemente a una formalización que automáticamente transforma todo arte en un oficio: se sabe qué funciona y por qué, lo que inevitablemente conduce a la formulación de todo tipo de recetas, trucos, tratados teóricos, manuales de instrucciones. Donde uno escucha una hermosa canción un músico escucha: "ii-V-I-IV mayor, y después ii-v(7)-i menor"*. En un paisaje urbano bien pintado, un pintor ve líneas y puntos de fuga: las leyes de la perspectiva. En una buena foto, un fotógrafo ve la regla de los tercios, una buena aplicación de la profundidad de campo, etc. A quien ve el arte desde fuera esto le puede parecer un empobrecimiento, una esterilización: una renuncia a la emoción. Pero no es así, como decía más arriba el arte tiene que ser intelectual si quiere trascender desde el propio artista hacia los demás. Una gran obra no es aquella en la que no se aplican trucos y recetas; es aquella en la que estos trucos y recetas están tan bien aplicados e integrados en el resultado final que pasan desapercibidos. Es más: que, incluso sabiendo que están ahí, estamos dispuestos a ignorarlos en beneficio del resultado conjunto de la obra.
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* Cualquiera interesado seriamente en el jazz reconocerá aquí los primeros compases de Autumn Leaves. Por cierto, incluiré a menudo enlaces a la Wikipedia como el anterior. La Wikipedia puede ser el proyecto colaborativo más importante que ha habido en la todavía corta historia de Internet, y seguramente el más útil e ilusionante. En general intentaré enlazar a la versión española, aunque la inglesa, por motivos obvios, incorpora mayor número de artículos y estos suelen tener mayor profundidad (muchos artículos de la versión española son traducciones resumidas de la inglesa). Enlazaré los artículos en inglés cuando su contenido sea notablemente superior al de los correspondientes en español; en los que tratan sobre el jazz en particular, esto es prácticamente la norma.
miércoles, 25 de noviembre de 2009
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